El rincón de Sukeina

Hola, me llamo Sukeina y tengo 12 años.

Soy una niña saharaui que vive en los campamentos de Tinduf.

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Aquí, en la hammada, en un trozo de tierra de Argelia, vivimos muchos saharauis que tuvimos que huir de nuestro país. Esto ocurrió hace mucho tiempo ya, 40 años, pero a mi pueblo no se le olvida que somos exiliados y que queremos volver al Sahara Occidental. Y es que la vida aquí es bastante difícil porque esta parte del desierto es muy dura. Yo vivo en la wilaya de Dajla, la más alejada de las otras wilayas y la más bonita porque aquí hay dunas y un pequeño oasis. El nombre de mi wilaya es el de una de las ciudades más grandes del Sahara Occidental, que está en la costa, de donde viene mi familia. Todas las wilayas de los campamentos tienen nombre de ciudades de nuestro país, así no las olvidamos ni se nos pasan las ganas de volver. Aquí somos refugiados y casi todo lo que necesitamos para vivir, ropa, comida, medicamentos y otras cosas, viene de fuera, de la ayuda humanitaria internacional. Aunque os cuente esto, que es triste, yo suelo estar contenta y hay muchas cosas que me gustan: ir a la escuela y aprender, jugar con mis amigas, saber canciones de memoria y cantarlas, dormir bajo las estrellas envuelta en una manta (¡la gente que viene aquí se asombra con nuestro cielo!), beber leche de camella y ¡un montón de cosas más!

Mi padre se llama Azman y es conductor. Mi madre se llama Hayat y, además de cuidarnos, hace artesanía saharaui para venderla a los visitantes. Mi abuela se llama Fatimetu y vive con nosotros, aunque se acuerda mucho de la ciudad de Dajla y nos cuenta cosas de cuando vivía allí y cuando tuvo que huir con mi madre, porque llegó el ejército de Marruecos a quedarse con nuestra tierra. Mi abuelo murió en la guerra con Marruecos. Tengo tres hermanos, dos mayores y uno más pequeño. Mi hermana mayor se llama Glana, tiene dieciocho años y va la escuela de cine de la wilaya de Bojador. Mi hermano Ahmed tiene dieciséis y está en Argelia estudiando, viene sólo en vacaciones. Y mi hermano más pequeño, Bachir, que tiene nueve, va una escuela especial, aquí en la wilaya, porque desde pequeño tiene dificultad para aprender algunas cosas.

Tenemos más familia que no podemos ver porque viven en el Sahara ocupado. Allí las cosas también son difíciles para los saharauis, porque no pueden sacar la bandera de nuestro país ni hacer manifestaciones. Lo sé porque un tío mío fue detenido y le pegaron en la cárcel por participar en una. También tengo familia que vive al otro lado del muro, en los Territorios Liberados. Aunque tienen una casa en Tifariti, aún viven como antiguamente lo hacía todo nuestro pueblo, como nómadas, montando la jaima en diferentes sitios, llevando cabras y camellos de un lugar a otro, dependiendo de en donde encuentren agua y comida para el ganado. Pero ahí tampoco se está libre de peligro: un primo mío, Ahmed, perdió una pierna porque estaba jugando demasiado cerca del muro y pisó una mina antipersona, de las muchas que hay alrededor del muro.

En verano, desde hace tres años, voy a España con otros niños y niñas de los campamentos. Mi familia española vive en Sevilla, una ciudad muy bonita y muy grande en donde también hace mucho calor (pero menos que en los campamentos en verano), aunque allí voy a la piscina y algunos días también vamos todos a la playa en coche. Todavía me acuerdo de la primera vez que vi el mar. ¡No podía creer que existiera tanta agua junta! Y me daba un poco de miedo meterme dentro… Pero después descubrí que se está genial y que es muy divertido “patinar” sobre las olas con una tabla o jugar con las palas en la arena. Ahora sé que en el Sahara Occidental también hay playas muy bonitas, pero esas no he podido verlas. Todavía. Mis padres y hermanos españoles son muy simpáticos y divertidos, hacemos muchas cosas, ellos me enseñan español y yo les enseño palabras en hassanía; además, tienen una tele muy grande y ropas bonitas, aunque a veces echo de menos a mis padres en los campamentos. Una vez que estaba un poco triste mis padres sevillanos bajaron todos los colchones al salón e hicimos una jaima española. Dormimos todos juntos y se me pasó la nostalgia. Otra de las cosas que me gusta más de España y de las Vacaciones en Paz allí es comer sandía y otras frutas… ¡en los campamentos prácticamente no hay! ¡Y están tan ricas!!

A veces pienso que si estuviéramos en nuestro país, en el Sahara Occidental, podríamos comer fruta y más cosas que ahora no tenemos en los campamentos o tendríamos casas parecidas a las españolas, porque mi abuela y mis padres me han contado que nuestro país tiene riquezas como por ejemplo, unas grandes minas de fosfatos y mucha pesca en nuestras costas. También me preocupa no tener trabajo cuando sea mayor, aunque consiga estudiar. En los campamentos hay muchos adultos que fueron a la universidad, (¡muchos en Cuba, que está muy lejos!) y ahora son médicos o ingenieros, pero no tienen trabajo. Yo espero que algún día se pueda celebrar el referéndum que llevamos tanto tiempo esperando para volver a nuestra tierra.